Ya se cumplieron cien días de gobierno de una coalición de derechas, que desplazó los quince años del progresismo encarnado en el Frente Amplio, que en 2005 llegara por primera vez al poder en la historia de esta pequeña república al oriente del rio Uruguay.
Pocos días después de la asunción del presidente Luis Lacalle Pou, líder y artífice de la tan novedosa como inestable coalición “multicolor” llegó a Uruguay el primer caso de coronavirus, claro, desde Europa y ahora en avión, no en barco, como aquellos miles de migrantes del mismo origen que en el siglo diecinueve llegaron al Río de la Plata creando esa idea de sucursal europea que muchos tienen de esta región.
Tormenta perfecta, se podría decir. Sólo que para el novel gobierno, y sus precarios equilibrios, terminó resultando un gran salvavidas, permitiéndole disimular la ausencia de ideas y proyectos, (al menos explicitados en la campaña electoral).
La tradicional transición “ejemplar” que caracteriza a este País solo pudo ser estelar cuando el presidente entrante y el saliente (Tabaré Vázquez) concurrieron juntos en diciembre a la asunción de su par argentino Alberto Fernández, generando la clásica comparación que entre ambas democracias se realiza con bastante liviandad y mucha complacencia.
De allí en adelante todo ha sido, por decir lo menos, extraño.
La dificultad para instalar un equipo sólido, coherente y completo ha generado la sensación de que la transición no termina nunca, algo que no ha sido obstáculo para que comenzara la tarea de demolición del período progresista, sus avances, sus relatos, sus protagonistas.
La caracterización del actual gobierno no es motivo de este artículo.
Sí lo es la reacción de la sociedad civil organizada, que no demoró mucho en comprender que estaría sobre sus hombros la tarea de cavar la primera trinchera que pusiera freno a la ofensiva conservadora contra derechos y avances sociales conquistados en los últimos veinte años.
Imponiéndose rápidamente en el relato, tomando la iniciativa política, el gobierno ignoró olímpicamente la oferta (¿ingenua?) de la oposición política de instalar un proceso de diálogo y acuerdo nacional para enfrentar la pandemia y comenzó a desplegar una estrategia que difícilmente hubiese sido posible en circunstancias normales.
Portarse bien, cuidarse, no salir, no juntarse, no protestar y claro, apoyar las medidas oficiales, fueron lógicas que se fueron naturalizando sin posibilidad de cuestionamiento frente a una sociedad tan aturdida como atemorizada.
Cualquier disidencia podía ser cuestionada, calificándola de irresponsable o incluso anti patriótica, como ocurrió incluso con un simple y clásico (miles de veces utilizado) “cacerolazo”, que fue denunciado como un exceso de radicalismo y desubicación de parte de la central sindical (PIT CNT) que lo convocó para protestar contra un aumento de tarifas públicas, aplicado por el nuevo gobierno sin considerar la crisis sanitaria y después de años de discursos demagógicos, siendo oposición, reclamándole al gobierno frenteamplista que bajara las tarifas (fue, de hecho, una de sus promesas electorales).
Ese “primer paso en falso” en el armado de la resistencia popular, significó un particular aprendizaje de los movimientos sociales (particularmente el sindical).
Bastaron unas pocas semanas y muchos debates internos, para que el músculo social organizado activara la tecla de “reiniciando” y tejiera con rapidez e inteligencia, la respuesta más potente e imprevista que cualquiera pudiera imaginar.
Amplitud (que evitara el aislamiento y la fragmentación) Propuesta (para no caer en la lógica de solo protestar) Movilización (sin afectar el cuidado sanitario) Comunicación (para sortear el cerco mediático que el gobierno logró instalar por la pandemia y la complicidad de los medios de comunicación hegemónicos y concentrados).
Puede decirse que ésta sería la respuesta previsible, sólo que, durante los últimos quince años, a ese mismo movimiento social (de nuevo particularmente al sindical, pero no sólo) le costó mucho encontrar su rol, en relación con el gobierno “amigo”.
Más de medio siglo de unidad sindical y una matriz sociopolítica en su concepción, así como una práctica democrática y cierta apertura en proceso, le permitió al sindicalismo tomar la iniciativa (como tantas otras veces en su historia) y convocar junto a otros sectores estratégicos, a la InterSocial.
Sin lugar a duda, mala noticia para el gobierno y pesadilla asegurada para sus líderes, que ya soñaban con un sindicalismo desprestigiado a partir de una campaña que erosionara su prestigio y presencia en la sociedad.
Los siguientes son los hitos y características principales de esta nueva organización:
- Lanzamiento y Propuestas, https://www.montevideo.com.uy/Noticias/Nueva-plataforma-Intersocial-pone-enfasis-en-crear-una-renta-transitoria-de-emergencia--uc754506
- Organización Ollas Populares y solidaridad https://www.montevideo.com.uy/Noticias/Ollas-populares-una-solucion-de-emergencia-que-ya-lleva-meses-uc756567
- Estrategia de Comunicaciónhttps://wopita.com/intersocialuy
- Internacionalismohttps://www.pitcnt.uy/novedades/noticias/item/3602-trabajadores-del-cono-sur-frente-a-la-pandemia
La prueba de fuego para esta nueva articulación se mediría sin duda en su capacidad de movilización, tanto en la convocatoria (cantidad) como en la forma (en medio de la pandemia y los cuidados sanitarios)
El 1 de mayo sería el momento para demostrar la potencia de esta iniciativa, y resultó un éxito absoluto.
Una convocatoria multitudinaria, una organización ejemplar, estrategia de comunicación eficaz y una gran amplitud en los protagonismos de las otras organizaciones sociales (más allá del sindicalismo como referencia natural al día) demostraron que la InterSocial dejaba de ser una promesa para convertirse en una realidad. Y su bautismo se hacía en la calle.
https://www.youtube.com/watch?v=lkkizwfn0I8
https://www.youtube.com/watch?v=naN-SMVuvME
Pocas semanas más tarde, una nueva fecha altamente simbólica permitió una convocatoria conjunta con la InterSocial como protagonista.
Se trató de la Marcha del Silencio, convocada todos los 20 de mayo desde hace 24 años por la Agrupación Madres y Familiares de Desaparecidos en Uruguay, por verdad y justicia frente a estos crímenes que aún no se han esclarecido.
Con mucha creatividad, pudo realizarse esta marcha de forma virtual, generando un impacto importante en los medios de comunicación.
Otro acierto de la InterSocial es que, a partir de esas dos fechas simbólicas, ha realizado diversas actividades incluyendo un paro general parcial en defensa de su plataforma, transformándose sin duda en un canal de expresión del descontento popular por iniciativas tanto legislativas como de políticas públicas del nuevo gobierno.
El tiempo dirá si esta experiencia de organización social, unitaria, solidaria y combativa se instala definitivamente en la sociedad uruguaya y es capaz de contener las peores expresiones conservadoras del Frankenstein político que se ha creado en Uruguay para, no solo desplazar a la izquierda del gobierno, sino para impedir en el futuro cualquier experiencia semejante.
El tiempo dirá.
Álvaro Padrón es coordinador de proyectos de la FES en Uruguay y del Proyecto Sindical Regional de la FES en América Latina y el Caribe.